Dr. Julio Altagracia
El horizonte, Santo Domingo RD.- Las cosas que estamos viviendo en el desarrollo del proceso político preelectoral, están alcanzando niveles de descomposición social que raya en la demencia de sus autores y requieren con urgencia la atención especial de todos los sectores de la Sociedad Dominicana, motivado a que la ambición obsesiva de algunos aspirantes a la presidencia de la república, los ha hecho, aparentemente, perder el sentido, la moderación, la prudencia y la razón.
Tal comportamiento hace que uno se pregunte, como es posible que en el más alto nivel del liderazgo político dominicano, exista alguien que en sus propósitos de alcanzar el poder, no solo sea capaz de alegrarse de los males que aquejan a la nación, si no que los promueva con satisfacción, en interés de ganar capital político. Sin dudas que esa actitud enfermiza es peor y más dañina que los mismos males que nos aquejan, sin importar su procedencia.
El grado o los niveles de alucinación de esos lideres, sus equipos y voceros, han alcanzado tal magnitud de irracionalidad, que le hace ver en cualquier acontecimiento nacional o internacional, pasado o presente, como signos inequívocos, vaticinadores elocuentes de una indiscutible victoria electoral a la presidencia de la república, en el proceso electoral del próximo año.
En ese orden, todos los cálculos, todos los números, todos los estudios de opinión y todas las encuestas, traducen una victoria segura, sin tomar en cuenta que esas mediciones y criterios, las más de las veces, han surgido como el resultado de unas acomodadas fabulaciones y mentiras, solo creíbles, en apariencia, por el candidato, los incautos y los artesanos que las crean artificiosamente y las promueven entre fanáticos alucinados, ignorantes e interesados que forman parte de sus acólitos, seguidores y empleados.
Los extremos, en la ambición de ser presidente de la república, ha generado una necesidad enfermiza, que los lleva a perder la compostura moral y los límites de la prudencia, con un descenso vertiginoso y vergonzoso en el debate de las ideas políticas, donde no importa si lo que se hace o se dice tiene o no fundamento, ya que lo que más importa es el nivel de descalificaciones, detractacciones y ofensas cargadas de odios y desprecios que se puedan lograr en detrimento de los contrarios.
Por el camino que vamos, todo indica, que los próximos procesos electorales del año 2024, habrán de decidirse no por los niveles de la inflación y precios que abaten a la humanidad en estos momentos con consecuencias altamente conocidas, según algunos creen y promueven, sino, entre la decencia, la trasparencia, la honestidad, el trabajo arduo y la eficiencia en el manejo pulcro y ético de los recursos de la nación, con régimen de consecuencia contra los que se desvían y lo otro, lo que se debate en estos momentos con ribetes de megas escándalos de corrupción e impunidad jamás soñados en nuestro país, en los que gran parte de los involucrados han admitidos sus responsabilidades.
Las naturales aprensiones que generan el rumbo en que se desenvuelve el debate político, donde las redes se han constituido en el vehículo por excelencia, es los que nos lleva a inquirir de los poderes faticos del país y de la Sociedad Dominicana en sentido general, que se observe cuidadosamente ese acontecer y levante su voz, se haga sentir, porque mientras sigamos permitiendo que cualquiera diga o haga cualquier cosa, cualquier disparate sin fundamento ni sentido, solo dependiendo de que esto le convenga a sus intereses particulares, debemos estar conscientes de que no tendremos democracia, no tendremos desarrollo institucional y no tendremos país. Estamos a tiempo es cuestión de conciencia ciudadana.